La Otra Aventura

La Otra Aventura

Share this post

La Otra Aventura
La Otra Aventura
Libertad y vértigo

Libertad y vértigo

Historias de bicicletas

jul 14, 2025
∙ De pago
1

Share this post

La Otra Aventura
La Otra Aventura
Libertad y vértigo
3
Compartir

“Si las constelaciones hubiesen sido nombradas recién en el siglo XX, supongo que en lugar de figuras mitológicas veríamos bicicletas en el cielo”.

Carl Sagan

Hoy hablaremos de un animal mítico de la literatura universal: la bicicleta. Mark Twain fue uno de los primeros escritores en utilizar una bicicleta, paseaba en una Grand Bi, aquellas viejas bicicletas con una gran rueda delantera, en su ensayo Domando la bicicleta recomendaba lo siguiente: «Consigue una bicicleta. Nunca te arrepentirás de ello, siempre y cuando vivas para contarlo».

William Sachtleben (izquierda) y Thomas Allen (derecha) montando sus bicicletas en el Partenón. (1891).

Tolstoi aprendió a montar cuando tenía 67 años y tuvo que tramitar una licencia especial para transitar con ese extraño artilugio por las calles de Moscú. Cioran y Beckett, los eternos extranjeros de la literatura universal eran amantes de las bicicletas. Hemingway cayó herido mientras montaba una bicicleta de la Cruz Roja en la Primera Guerra Mundial, en París era una fiesta, escribió estas líneas:

Algún día lograré meter en unas páginas la pista de madera y sus empinados virajes, el zumbido de los tubulares al pasar los ciclistas, y el esfuerzo y las tácticas y los corredores desviándose arriba o abajo en la pista, convertidos en una parte de sus máquinas, con sus cascos pegados a los manubrios, sus piernas que hacían girar a gran velocidad los pedales y las ruedas.

Quédese, tenemos historias de libertad y vértigo. Literatura y bicicletas. El escritor Rodrigo Fresán escribió que: “se dice «andar en bicicleta». Porque una bicicleta es vehículo externo a la vez que parte del cuerpo”.

Bicicleta Tándem.

Compartir


Mi bicicleta negra; por Rafael Pérez Gay

Anuncio de Waverley Bicycles en un periódico. (1896).

La primera bicicleta que tuve era negra, pequeña, y no tenía cuadro, es decir era una bici de mujer, sin el tubo horizontal que sale del sillín y empalma con el volante. Entonces se consideraba que ese tubo amenazaba a las mujeres y no a los hombres. El mundo ha cambiado, ustedes lo saben.

Me la compró mi padre de segunda mano en Tepito. A mi papá le encantaban las cosas baratas y de segunda mano. Por esta razón, cuando leí “En defensa de lo usado”, el breve y extraordinario texto de Salvador Novo, lo entendí a la perfección. Era negra mi primera bicicleta y aunque los amigos de la cuadra me molestaban porque mi bici era de niña, le enseñé a derrapar a mi bicla femenina. Si usted no sabe qué es eso se lo explico: pedaleabas a todo meter en línea recta y cuando estabas a punto de atropellar a un amigo, o a un enemigo, apretabas los frenos hasta el fondo y coleabas, por decir así, el aparato, como un látigo de metales. Yo sabía derrapar.

Aprenda a escribir en bicicleta.

Mi madre me exigía que anduviera en bicicleta únicamente en el Parque España, pero yo cruzaba esa frontera que era la calle de Nuevo León y me adentraba en Álvaro Obregón hasta llegar a una tienda de aviones para armar. La marca Rebel Lodela despierta en mi mente el sueño del pasado. Me compraba un pequeño aeroplano de la Segunda Guerra Mundial e intentaba armarlo por la tarde. Yo era un desastre con las manos, pero lo intentaba, aunque casi siempre lo que compraba era una escuela de frustración. Nadie nos enseña a equivocarnos.

No había ciclopistas, pero había ciclonáutas. Parece mentira, pero yo tenía 11 años y una bicicleta. Me acordé de todo esto hojeando y ojeando una novela de Beckett: Molloy. A Samuel Beckett le gustaban las bicicletas. Molloy, personaje de la novela del mismo nombre, le escribe una carta a su bicicleta. Los personajes de Beckett son solitarios, hombres de la posguerra en busca de su memoria. Molloy forma parte de una trilogía con Malone muere y El innombrable.

Si lo pienso con calma, mi bicicleta negra y mi infancia quedaron en una calle vieja de la Condesa. Un día las voy a buscar.


La “quebrantahuestos”

Tres muchachas con bicicletas, pintura de Maurice Barraud. (1947).

La historia es así. En un apartado de la obra Codez Atlanticus de Leonardo da Vinci ya aparece el dibujo de una bicicleta, pero no sabemos si Leonardo logró su manufactura.

Aunque se conocen algunos parientes primitivos de la bicicleta, como el «celerífero» o caballo de ruedas, de supuesta invención en 1790; su verdadero origen se ubica en 1816, durante lo que se conoció en Europa como “el año sin verano”. El año anterior, en 1815, el volcán Tambora había sacudido la tierra con haciendo erupción en Indonesia. Se trató de una explosión de magnitudes catastróficas, una erupción pliniana, clasificada como la más violenta y nombrada así en honor a Plinio el Viejo, quien falleció durante la mítica erupción del volcán Vesubio en el año 79 d. C.

Continúa leyendo con una prueba gratuita de 7 días

Suscríbete a La Otra Aventura para seguir leyendo este post y obtener 7 días de acceso gratis al archivo completo de posts.

¿Ya eres suscriptor de pago? Iniciar sesión
© 2025 Rafael Pérez Gay
Privacidad ∙ Términos ∙ Aviso de recolección
Empieza a escribirDescargar la app
Substack es el hogar de la gran cultura

Compartir